El responsable del café

Mi foto
(Mahón, isla de Menorca,1970). Desde muy joven he venido ejerciendo el columnismo y la crítica literaria en numerosos medios, obteniendo en 1994 el premio Mateo Seguí Puntas de periodismo. Actualmente soy colaborador de la revista Librújula (Premio Nacional al Fomento de la Lectura, 2023). Poeta oculto, como narrador he publicado las novelas "En algún lugar te espero" (accésit del Premio Gabriel Sijé, 2000. Reeditada en ebook en 2020, Amazon), "Hospital Cínico" (2013) y "Summertime blues" (finalista del premio Ateneo-Ciudad de Valladolid, 2019); y los libros de relatos "Las espigas de la imprudencia" (Bcn, 2003) , "Domingos buscando el mar" (Premio Café Món de Narrativa, 2007) y "Sopa de fauno" (2017). He obtenido un puñado de premios y menciones en certámenes nacionales de cuento y algunos de mis relatos figuran en varias antologías. Desde 2002 vivo y escribo en Hospitalet de Llobregat.

miércoles, 19 de junio de 2013

El origen menorquín de Albert Camus



           Mientras no pocos de los sucesos políticos y sociales que cerraron el convulso siglo XX fueron dejando obsoletos algunos de los anunciados existencialistas, y al tiempo que autores como Sartre son hoy incluso discutidos literariamente, la obra y el talante ético de Albert Camus no ha hecho más que revalorarse. La edición de sus obras completas en la mítica Pléyade francesa ha vuelto a situar en primera línea al autor de Calígula que, en realidad, no ha dejado nunca de estar de actualidad. Su particular visión del colonialismo francés, su inquebrantable independencia y una naturaleza exacerbadamente nihilista, unido todo a la intemporalidad moral de sus obras y a su temprana muerte, han ayudado a crear una especie de atractiva aura en torno a su recuerdo. Sus textos dramáticos siguen subiendo frecuentemente a escena, novelas como El extranjero o La peste continúan figurando entre los libros esenciales de la historia de la literatura, y su discurso filosófico genera aún sorpresa y adhesión, cobrando una especial significación en estos tiempos confusos y apáticos.

            Con motivo de la aparición, hace ya dos décadas, del libro inédito El primer hombre, texto de alto contenido autobiográfico que Camus llevaba consigo cuando perdió la vida en un estúpido accidente de automóvil, se habló mucho de la ascendencia española y balear del Premio Nobel. Se ha afirmado en diversas ocasiones que la madre del escritor era natural de la isla de Menorca. En realidad tal dato es erróneo, pues quien sí era menorquina fue su abuela materna, Catalina Cardona Fedelich, nacida en el pueblecito de San Luis en 1857.
            Como veremos seguidamente, el famoso autor ostentaría como segundo apellido el tan menorquín linaje de Sintes. Esto, en realidad, no hubiera sido ninguna sorpresa para los muchos habitantes de Baleares que, atraídos por las supuestas ventajas que prometía el gobierno francés en sus nuevas tierras de Argelia, llegaban como mano de obra cualificada a Argel y alrededores. En concreto, los colonos menorquines fundaron villas importantes como Fort de L’Eau y muchos otros emigrantes baleáricos se desempeñaron en oficios antaño tan isleños como el de zapatero. La mayoría de estos emigrantes no regresaron a las islas y su descendencia se extendió por los tres amplios departamentos en que se dividía entonces Argelia: Argel, Orán y Constantina. Por eso, incluso hoy, es frecuente hallar aún en esos lares personas que llevan apellidos tan nuestros como Pons, Florit, Orfila, Goñalons, etc.
            La familia materna de Albert Camus sería una más de las muchas que emprendieron el viaje hacia aquellas tierras en busca de una nueva vida. Sus bisabuelos Miguel Sintes y Margarita Cursach, casados en Ciudadela, emigraron a Argelia a principios del siglo XIX. Allí nació ya su hijo Esteban Sintes Cursach, quien al mismo tiempo contraería matrimonio en Kouba con una menorquina, la abuela materna de Camus, Catalina Cardona Fedelich. Vivieron de las labores agrícolas y tuvieron tres hijos, dos chicos y una chica. Ésta última, Catalina Sintes Cardona, nació en Birkadem, pequeña población campesina a pocos kilómetros de Argel, en 1882. La futura madre de Albert Camus era, pues, hija de un descendiente directo de menorquines y de una menorquina de cuna, con lo cual queda aclarada aquí la frecuente confusión sobre la ascendencia menorquina del autor francés.
            La madre de Camus conoció en Cheraga, también distante pocos kilómetros de la capital, a Lucien Albert Camus, joven francés que había regresado tras cumplir su servicio militar. Su suegro, Esteban Sintes, le consiguió un empleo como transportista en un almacén de vinos. El matrimonio entre los padres de Camus duró poco, puesto que Lucien fue movilizado durante la Primera Guerra Mundial y moriría en el frente cuando su hijo Albert contaba sólo un año. El escritor había nacido hace ahora 100 años en Mondovi, Constantina.
            En El primer hombre, Camus refiere por primera vez aspectos familiares como la infancia en Argelia, su amistad con hijos de españoles y franceses, la temprana muerte del padre apenas conocido, y el recuerdo de su abuela menorquina, mujer autoritaria y de fuerte carácter que vivía junto a la viuda Camus Sintes, sus otros dos hijos y sus dos nietos en un pequeño apartamento de dos habitaciones en el modesto barrio argelino de Belcourt. Las estrecheces de la familia pueden darse por supuestas. La madre de Camus, que sobrevivió a su hijo únicamente nueve meses, falleció en aquel sencillo pisito donde habían vivido todos juntos.
Entrada en el pueblecito menorquín de San Luis, localidad natal de la abuela de Camus
            Existen referencias sobre una breve visita de Camus a Mallorca. No así a Menorca, tierra de sus antepasados, de la que su abuela le había contado leyendas y enseñado algunas palabras dialectales. Probablemente fuera ése un viaje demorado que su inesperada muerte truncó.
            El Verano, un delicioso librito escrito tras la Segunda Guerra Mundial, es seguramente (junto al póstumo El primer Hombre) una de las obras más personales de Camus, donde mejor y más bellamente brotan sus raíces mediterráneas. En él escribe cosas tan significativas como: “Crecí en el mar y la pobreza fue para mí fastuosa; después perdí el mar, todos los lujos me parecieron grises, la miseria intolerable. Desde entonces espero.”
            Espera, sí, como esperan las islas. Espera su reencuentro con el viento, con sus orígenes, aquel que no se sintió francés entre los franceses ni argelino entre los argelinos, eterno extranjero en todas partes.