Médico, judío y vienés son las tres condiciones que marcaron la vida y obra de Arthur Schnitzler (1862-1931) y que, de algún modo, le emparenta con una generación de escritores centroeuropeos de primer orden. Sin embargo, como ocurrió con Joseph Roth en los setenta o más tarde con autores de la talla de Márai o Werfel, Schnitzler no conoció demasiadas traducciones al castellano hasta hace relativamente poco. Desde luego, aunque su calidad está fuera de toda duda, el autor aún hoy está lejos de la fama que gozan Zweig, el mismo Roth y no digamos ya Kafka o Hesse. Poco a poco, en ese incesante goteo con que nos van llegando autores capitales de la Mitteleuropa esplendorosa de principios del s. XX, Schnitzler empieza a sonar cuando, basándose libremente en su novela hoy más celebre, Kubrick hizo en 1999 su canto del cisne con la irregular Eyes wide shut, su personal visión de Relato soñado (1926). A partir de aquí, el autor vienés comienza tímidamente a ser “redescubierto” con asombro y fascinación por los que deciden acercarse a sus obras.
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Acantilado |
Una de las cosas que más sorprenden de las historias siempre perversas de Schnitzler, es su increíble modernidad, no sólo temática (la muerte, la sexualidad, el adulterio, la podredumbre moral de la sociedad austriaca de su tiempo…) sino también técnica. Probablemente el médico escritor es el primero en lengua alemana en utilizar recursos como el monólogo interior y, por tanto, reforzar a los personajes de una complejidad psicológica que despertó la firme admiración del mismísimo Freud. Schnitzler sabe poner frente a sus atribuladas criaturas dilemas morales y éticos difíciles de ignorar, y lo hace en mitad de un contexto muchas veces anodino o cotidiano. En el breve monólogo El teniente Gustl (de 1900) un engreído y joven oficial se ve en la dicotomía de plantearse el suicidio tras una tonta disputa a la salida de un concierto. En sus páginas, no exentas de un negro humor, Schnitzler se burla del concepto del honor decimonónico de su época al tiempo que se obvian, sin embargo, cualidades como la generosidad, la educación y la ética. Por su lado, en La señorita Else (de 1923), una hermosa joven de buena familia se tendrá que enfrentar con las miserias soterradas de una sociedad corrupta a raíz de un lamentable episodio familiar.
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Ediciones invisibles |
Las claves en las obras de Schnitzler no siempre son fáciles, aunque su cadencia y su tono malsanos nos arrastren. Así ocurre en la citada Relato soñado, donde la atmósfera onírica que acompaña a todo el texto va introduciendo diferentes capas de lectura, niveles distintos donde subyace el juego malévolo del engaño, el peso de una sexualidad no resuelta y la tentación de lo desconocido, lo oscuro y lo supuestamente incorrecto. Temas, por tanto, que permanecen inalterables en el tiempo y que otorgan a la obra del autor vienés la extraordinaria actualidad del clásico moderno.
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