Si de entrada resulta difícil ser hijo de uno de
los mayores iconos de la literatura americana del siglo XX y batallar contra esa
alargada sombra, mucho más es serlo de un tipo amargado, resentido y de fuerte
carácter, un hombre como John Fante, que poseía un talento narrativo casi tan elevado
como su nula capacidad para hacer amigos. Pero ésta no es una biografía al uso
porque Dan Fante, el segundo de los cuatro hijos del escritor americano,
utiliza el pretexto del padre para hablarnos en realidad de él mismo, de su
vida llena de altibajos y caídas en el abismo, una vida azarosa y ajetreada
cuyo patrón parece sacado de uno de los perdidos personajes del propio John
Fante. Alcohólico desde muy joven, depresivo, con enormes problemas de
sociabilidad y una tendencia casi funesta a meterse en líos y arruinar su vida,
Dan Fante (Los Ángeles, 1944) postergó durante muchísimos años su -por otro
lado- natural inclinación a la literatura hasta el punto de no poder sentarse a
escribir mientras su progenitor vivió, como si le debiera un respeto al padre,
una veneración que le arrastró en cambio al barro de la vida, a la
autodestrucción y al vagabundeo etílico durante décadas. Mañoso para hacer
dinero y malas compañías, Fante junior nos cuenta aquí, con una sinceridad
demoledora y en absoluto impostada, cómo tocó fondo varias veces y de qué
manera salió del pozo y encontró su tabla de salvación en la escritura. Y mientras
todo eso ocurre, la imagen del gran Fante padre, un tipo hecho a sí mismo e
injustamente ignorado por el establishment
literario de su tiempo, planea sobre todo el libro como un estigma a ratos
doloroso y otros estimulante.
Fante. Un legado de escritura, alcohol y supervivencia Dan Fante Sajalín, 423 pág. Traducción de Federico Corriente |
John
Fante se mostró siempre escéptico en cuanto a las posibilidades de su hijo, que
parecía empeñado en ser un perdedor de manual. No obstante “el viejo”, como le
llama familiarmente Dan Fante en el libro, le va a dejar en herencia -y
probablemente sin ser consciente de ello- el mejor consejo que puede ofrecerle
un escritor a un autor en ciernes: Una
buena novela puede cambiar el mundo. Tenlo presente antes de tomar la decisión
de sentarte delante de una máquina de escribir. Nunca pierdas el tiempo con
algo en lo que tú no creas. Fante hijo lo tomó al pie de la letra y
comprendió tiempo después que escribir es un oficio que hay que ejercer por
vocación, sin esperar mucho a cambio.
La
relación entre padre e hijo fue siempre difícil y tirante, seguramente porque
ambos se parecían bastante. Orgullosos, testarudos, aficionados a hacer
equilibrios sobre la cuerda floja y a derrochar su talento en menesteres poco o
nada literarios, vemos como el padre “vende el culo” (según sus propias
palabras) al Hollywood dorado para cobrar sus suculentos cheques de guionista
mientras su obra narrativa pasa desapercibida; y asistimos a las
peregrinaciones del hijo de empleo en empleo, como taxista, conductor de
limusinas, vendedor a domicilio, detective privado y un largo etcétera que no
sólo le sirve para construirse el currículum clásico del escritor maldito
americano, sino para vivir múltiples situaciones surrealistas y conocer a gente
del más variopinto pelaje y de ambos lados de la escala social.
Escrito
con el ritmo trepidante de una novela, en un estilo seco como un Martini,
directo y sin tapujos como un gancho de izquierda, este libro no se amedrenta a
la hora de hacer descender a las alcantarillas de lo cotidiano al mito
americano que hoy representa Fante. Padre algo descuidado, marido mediocre e
infiel, jugador malencarado, bebedor de fondo, obsesionado por la indiferencia
que causaba su obra y con una enquistada sensación de estar traicionándose a sí
mismo trabajando para el mundo del cine, no es ciertamente ésta una hagiografía
del gran John Fante y eso se agradece. Dan no se muerde la lengua ante las
faltas paternas ni ante los trapos sucios de una familia como poco curiosa, con
una madre muy leída y aficionada a la nigromancia y un sádico hermano mayor que
acabará muriendo víctima del alcohol. Pero sobretodo Fante junior es duramente
crítico consigo mismo, sin escatimar escabrosos momentos de su vida, incluyendo
sus terribles intentos de suicidio y de desintoxicación en solitario, sus
múltiples y generalmente desastrosas relaciones amorosas, sus tentativas por
escribir y sus frecuentes ataques de locura. La honestidad apabullante con que
está escrito este libro desarma al más pintado y acaba mostrándonos, como una
confesión redentora, la tremenda senda vital de un hombre que, con sudor,
alcohol a litros y no pocas lágrimas, luchó por escapar del destino que le
parecía marcado desde el apellido y que, matando metafóricamente al progenitor,
ha logrado plasmar la mejor y más emotiva elegía de amor y admiración que un
hijo pueda escribir a un padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario