Respecto a la novela Reunión de bachilleres, escrita y publicada en 1928, ni tan sólo puede decirse que sea una novedad editorial. Fue editada por Minúscula, con traducción de Eugenio Bou, en un ya lejano otoño de 2005. Y desde entonces únicamente la reedición en Anagrama de Una letra femenina azul pálido ha venido a refrescarnos tímidamente la memoria de Werfel. Otras reediciones (La escalera de hotel o La canción de Bernadette) han aparecido en estos últimos años, aunque en sellos más bien minoritarios y poco visibles. Así, pues, el autor checo se halla aún lejos del reconocimiento general que merece, al menos en castellano, un hecho que no deja de ser incomprensible en sí mismo.
Centrándonos en Reunión de bachilleres, lo primero que sorprenderá al lector es el juego de identidades que Werfel propone. A través del encuentro de unos viejos compañeros que realizaron juntos el Bachillerato años atrás, asistimos al presente de algunos de ellos, no siempre tan brillante como su talento hizo suponer. Sin embargo uno de esos antiguos estudiantes, quizá el más prometedor de su clase, no asiste al encuentro. A raíz de ello no tarda en despertar en Ernst Sebastian, ahora respetado juez de instrucción, el recuerdo hasta entonces dormido de una lacerante afrenta cometida en el pasado contra su compañero de pupitre. A través de esa historia ignominiosa, Werfel nos va mostrando de qué modo la apatía y la falta de moral de ciertas clases burguesas incide e influye en los complejos mecanismos del poder hasta el punto de arruinar la vida de los demás. Con una prosa fluctuante y tersa, que te arrastra lentamente al nudo gordiano de la novela, Reunión de Bachilleres es también un certero retrato del fin de una época esplendorosa, el viejo imperio austríaco, que se derrumba ante los ojos de una joven generación a caballo entre dos siglos y marcada por la tragedia de la primera gran guerra.
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