La pregunta que
debemos hacernos es esta: ¿es posible imaginar la historia de una asesina en
serie que no posea maldad ninguna? Parece casi contradictorio, pero la madrileña Isabel Camblor
lo ha hecho en su última obra, galardonada con el Premio Internacional Ciudad
de Barbastro de Novela Corta 2012. Y yo podría afirmar que se trata de la
crónica de una depresión y quedarme tan ancho, pero sería sin duda una visión
parcial e incompleta.
Memoria de la inocente niña homicida Isabel Camblor Pre-textos, 2012. 194 pág. |
En “Memoria de la inocente niña homicida” (título, en mi opinión, quizá demasiado explícito), Elena vive a los siete años un suceso trágico que marcará su vida y sus actos desde entonces. Llegada a la universidad oriunda de un pequeño pueblo, se verá enfrentada a una realidad hostil que chocará con su natural candor y que la obligará a levantar lentamente un muro de contención mental del que no hay salida posible. Pero tras ese adarve propio la lógica funciona de manera espontáneamente autónoma, justificando cualquier acto que esté encaminado a mantener ese equilibrio interior. Por eso, pese a las punibles acciones que Elena irá desplegando, la protagonista no deja de caernos simpática, moviéndonos a la ternura y a la sonrisa, a la lástima y al escalofrío.
Escrita con un
estilo sencillo y directo, no exento de humor agridulce, en el que se pueden
rastrear influencias lejanas y variopintas que podrían ir desde los niños
tontos de Matute a los hermanos gemelos de Kristof, Isabel Camblor (no en vano
con un master en Psicología Clínica) ha sabido trazar en su libro el retrato oscuro
de una psicopatía compleja, gestionada por su protagonista desde una inocencia
e ingenuidad aplastantes.
En el fondo
asistimos a la historia de una huida hacia delante, a una evasión de la
realidad, de la locura, quizá de la verdad. Y lo mismo que le sucede a Don Quijote
cuando al final recupera la lucidez por un momento, la imposición terrible de
lo evidente llevará a Elena a su particular caída. Una novela, pues, sobre
nuestros más íntimos y acendrados abismos interiores.
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