Uno
de los grandes maestros del cuento fantástico español, el ahora injustamente
olvidado Esteban Padrós de Palacios, decía en su ya clásica definición sobre el
cuento que lo que distingue a éste de cualquier otro texto breve es
precisamente el final. Es decir, la conclusión la historia, bien sea a través de
un fin abierto o cerrado. El final sorpresa, siempre tan ligado al cuento de
corte fantástico, y tan antiguo que habría que remontarse al propio Poe e
incluso antes, es despreciado hoy por algunos modernillos para los que se diría
que todo empieza y acaba en Carver. Por fortuna, en nuestro país se vive
actualmente una reivindicación del cuento de raíz clásica, con el elemento
fantástico por bandera, abanderada por algunos de los mejores narradores del
momento (Félix J. Palma, David Roas, Muñoz Rengel, Hipólito G. Navarro,
Patricia Esteban Erlés, Carlos Castán y muchos otros). A este ejército de
fabuladores de la “distorsión de lo cotidiano” se alinea “El enmendador de
corazones”, un pequeño librito de 15 cuentos, la mayoría muy breves, del
madrileño afincado en Córdoba Ricardo Reques.
El enmendador de corazones Ricardo Reques Alhulia, Granada, 108 pág. |
En
el volumen se dan cita cuentos de corte más canónico con otros de estilos y
temas más cercanos (véase una posible e inquietante versión de la célebre
película “Instinto Básico” en el cuento “El secreto de Tramell”), pero todos
transidos por la presencia de lo perturbador. En ellos aparecen los miedos
eternos que llenaron las viejas leyendas populares (es fácil rastrear desde un velado
homenaje de Las mil y una noche en
cuentos como “Confesiones de un viejo loco”, a guiños a la tradición
cuentística decimonónica que irían desde W. Irving a H. Quiroga en relatos como
“La muerte del paleontólogo” o “El viejo olmo”). Reques, como buen biólogo, nos sitúa en
ocasiones en el límite de la lógica científica (como solía hacer el maestro Poe
en sus cuentos más analíticos), con personajes en su mayoría solitarios, de
vidas grises, y gusta del detalle aparentemente anodino, de la extrañeza en
marcos preferiblemente rurales o apartados, y del desenlace sorpresa o mínimamente
anómalo.
Decía
también Padrós de Palacios que el verdadero cuento es aquel que puede contarse.
Los de Reques lo son, por extensión, por tensión y por narratividad. Este
librito merece la oportunidad de poder llegar a sus lectores y que estos
confíen plenamente en ser “engañados” como sólo lo consigue un buen cuentista.
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