Si
los números no me fallan, este año se cumplen 25 la de publicación del primer
libro del narrador manchego Pedro Menchén. A lo largo de estas dos décadas y
media ha sacado sólo 7 libros. Y
pongo este sólo en cursiva porque me parecen suficientes, al menos para
certificar la calidad de un autor, sobre todo si lo comparamos con el alud
desproporcionado e irregular de algunos escritores que no paran de atosigar los
escaparates de las librerías. Sin embargo, y como nos recuerda el propio
Menchén en el prólogo de esta obra, su nombre apenas ha trascendido al gran
público (si por “gran público” entendemos toda esa tropa de lectores -sin
demasiados escrúpulos estéticos- que leen a un Falcones, por ejemplo). En
efecto, Menchén ha ido por libre y ha escrito lo que quería, ajeno a la
dictadura del mercado, alejado de ambientes literarios y compadreos, todo lo
cual le ha costado el ser considerado un autor raro y marginal entre los de su
generación.
Escrito en el agua Pedro Menchén Odisea Editorial, Madrid. 422 pág. |
“Escrito
en el agua” es un libro de intención autobiográfica en el que Pedro Menchén
vierte los recuerdos de su niñez solitaria (nublada por un padre insensible), y
los días de su juventud en Madrid y Benidorm, ciudad en la que vive desde
finales de los 70. Pero aún siendo unas memorias, este libro no puede
entenderse como una autobiografía al uso, sino más bien como un profundo
ejercicio de autoaceptación personal, un retrato en absoluto complaciente de su
doble condición de hombre y escritor, si es que ambas facetas pueden separarse.
Por eso Menchén utiliza la franqueza absoluta y dolorosa de un espejo, sin
pudores ni máscaras, a veces incluso ejerciendo una crueldad excesiva sobre sí
mismo, alejándose de esta forma del tono generalmente ególatra y ufano que
transita por el género autobiográfico español. Diríase que Menchén hubiera
pretendido alcanzar, a través de las palabras, alguna especie de redención para
con algunos momentos decisivos de su vida, una vida marcada por su identidad sexual
y por su vocación artística. Exigente al máximo consigo mismo (puede tardar
años en revisar un libro suyo, por ejemplo), también lo es a la hora de evocar
algunas de las personas que le acompañaron en aquellos años de tardofranquismo,
transición y primera democracia. No escatima detalles al hablar de sus
difíciles relaciones con el padre o el hermano, al explicar sus amoríos más o
menos furtivos en un tiempo de tímida emancipación sexual, o al opinar sobre
personajes que trató en esos años, como Umbral o el pintor de la generación del
27 Gregorio Prieto, con quien mantuvo una extraña relación de amor-odio que
ocupa un capítulo entero.
Alguien
podría pensar, malévolamente, qué interés puede tener la vida de un escritor
homosexual poco conocido. En mi opinión, cualquier existencia vivida con
intensidad tiene interés, por anodina que parezca. Y la de Pedro Menchén ,
salvando sus características intransferibles, viene a representar la vida misma
de muchas personas que durante los difíciles 60 y 70 lucharon por escapar de la
mediocridad circundante y por hacer valer su condición sexual como un ejemplo
de normalidad. Al mismo tiempo, Menchén nos va contando la evolución de su
carrera literaria, paralela a la de su madurez. El resultado es un fresco
transparente y ágil de unos años que parecen muy lejanos y que, sin embargo,
forjaron buena parte de la España de hoy, para bien y para mal. Menchén fue
testigo lúcido de ello, aunque en un voluntario y discreto segundo plano. Quizá
a él le bastó así, y así lo cuenta, sin colgarse medallas ni inventar
batallitas, lejos de la hagiografía y los oropeles, con tierna humanidad y
sinceridad desgarradora. Un libro, pues, decididamente entrañable.
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