El cuerpo en que nací
Guadalupe Nettel
Anagrama, 2011. 196 pág |
En su cuento “Ptósis”, la escritora mexicana Guadalupe Nettel contaba la historia de un solitario fotógrafo que se enamoraba de una hermosa muchacha con un ligero defecto en su párpado izquierdo, hasta el punto de cifrar en ello su peculiar encanto. Porque, en efecto, Nettel ha hecho de la diferencia, e incluso de la imperfección, uno de los motivos esenciales de su obra. Ella misma sufre desde que nació un problema ocular en el ojo derecho, una mancha que vela su visión y que aún hoy le reporta una mirada descompensada pero sugestiva, llena de extraño encanto. Esta especie de mácula física es el hilo del que tira Nettel para componer una especie de memorias de infancia y primera juventud, en el estilo de lo que viene llamándose pseudo-novela, muy en la línea de otros libros recientes como “Tiempo de vida” de Giralt Torrente o “Paseos con mi madre” de Pérez Andújar.
“El cuerpo en que nací”, como su título indica, hace referencia a un poema de Allen Ginsberg, y desde el principio supone un ejercicio de aceptación personal en modo psicoanalítico (de hecho la mujer protagonista está contando su vida desde un diván). La autora, afincada en Barcelona, narra sin demasiados pudores y con grácil sinceridad su vida en el seno de una peculiar familia que cree en las relaciones abiertas, que apuesta por la educación de sus hijos en las escuelas activas y que aboga por la libertad sexual, el nomadismo y la integración racial. Marcado todo ello por el fino humor que impregna la mirada infantil de esa niña “distinta”, dada a la lectura y a la ensoñación, vamos asistiendo a la desmembración familiar, a la ausencia del padre encarcelado, a la afición de la madre por las comunas hippies, al exilio francés en un barrio de emigrantes de todos los colores, a los veranos en Ciudad de México junto a una abuela intransigente y llena de raras manías, y a las primeras amistades de la narradora, amigos siempre marginales o decididamente diferentes a los que etiqueta como “los trilobites”, y en cuyo grupo ella misma, de forma consciente, se incluye. Porque, como hemos dicho al inicio, Nettel hace de la diferencia, de la supuesta anormalidad, un estandarte para lograr entenderse no sólo a sí misma, sino también a los demás.
En otros libros de la autora asomaban ya personajes que arrastraban ciertas “irregularidades” físicas o psíquicas (no sabemos hasta que punto podemos hablar de “deficiencias”), hombre y mujeres al filo de la extrañeza y la marginalidad, aunque en realidad no sea lo meramente físico lo que los distingue a posteriori. En el fondo, y si atendemos a la sabiduría popular, todos a nuestro modo somos raros o peculiares. La misma normalidad es rara, a veces hasta monstruosa. Siempre he dicho que hay que desconfiar de la gente supuestamente perfecta, si es que existe esa raza, ya de entrada bastante deleznable. En este libro es la propia Nettel la que se pone ante el espejo, ese oráculo plagiador que nunca miente, y no sólo no tiene piedad consigo misma, sino que lo sabe hacer con humor. Ignoro cómo se habrá tomado su familia este libro (la madre anticipa en sus páginas un lacónico “seguro que hablas mal de mí”), pero la verdad es que no deja de ser una saludable cura de humildad, de honestidad y de autoafirmación esencial.
La solvencia literaria de Guadalupe Nettel está fuera de toda duda y nos demuestra otra vez más la notable narradora que hay en ella, una narradora excéntrica y llena de sutiles intuiciones. “El cuerpo en que nací” es la mejor manera de sumergirse por primera vez en el peculiar universo narrativo de esta autora con vocación de rara.
4 comentarios:
ja tinc ganes de llegir el llibre! algun dia... no sé quan...hehe
crec que quan ens sentim bitxos raros o trilobits (m'ha agradat això dels fòssils!) vol dir que anem per bon camí, que connectem amb el ser autèntic de dins nostre, que és únic i irrepetible.
salut..!!
:-)
Sens dupte, Marina. Crec que es llibre et pot agradar. Nettel es una autora encara poc coneguda al nostre pais.
Me encantó este cuento y lo compartí. La escritora es un verdadero descubrimiento.
Sí, Ce, vale la pena echarle un ojo a sus cuentos también.
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