Para Poe el monstruo, lo mismo que el miedo, era aquello que no se podía
nombrar, de ahí que en el final aparentemente inacabado del Gordon Pym deje en manos del lector la
apariencia de éste. Dicho de otra manera, el maestro de Baltimore delegó en sus
lectores la tarea de imaginar a un ser tan horrible como indescriptible, casi
como para que abarcara todos y cada uno de los miedos ajenos. Poe sabía como
nadie que el monstruo, ese estandarte físico del terror más elemental, podía
ser cualquier cosa, incluso uno mismo. Lo distinto, lo raro, lo desconocido,
son sólo tres de los muchos rostros que puede tomar.
Las mil caras del monstruo
VVAA. Edición y prólogo de Ana
Casas
Bracket Cultura, 2012. 162 pág.
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En el lúcido prólogo de la profesora Ana Casas
se apunta que el monstruo representa
nuestras tendencias perversas y homicidas. En el fondo, lo monstruoso es
aquello que no podemos entender o aceptar, aquello que consideramos ajeno a
nosotros. Cuando la lógica hace aguas aparece, por supuesto, lo fantástico. De
ahí que la imagen del monstruo en literatura esté invariablemente ligada a la
fantasía, a lo irreal, como si ello nos protegiera de lo demencial. Pero, en
realidad, lo que más nos aterra es la monstruosidad posible, la cotidiana,
aquella demasiado cercana a nosotros y que, por tanto, todos podemos albergar.
Lo que nos asusta de Frank enstein,
por ejemplo, no son sus impulsos homicidas, sino sus pulsiones más humanas.
El escritor y editor José
Luis Espina ha querido iniciar la andadura de la nueva editorial Bracket
Cultura (www.bracketcultura.es) con una antología de cuentos donde doce
destacados narradores actuales nos muestran las mil caras que puede adoptar el
monstruo.
Fernando Iwasaki inicia el volumen con un cuento de humor
macabro, al que sigue una carta vampírica de Manuel Moyano. Patricia Esteban
Erlés, siempre dada a las atmósferas extrañas, nos habla de una solitaria mujer
rodeada de gatos, y David Roas nos introduce en el tema del doble con erotismo
y nocturnidad. Más en la sospecha que en el hecho planea el relato de Ángel
Olgoso, y en el de Andrés Neuman un sutil pero imparable desorden racional
parece afectar a la gente. Félix J.
Palma consigue componer uno de los relatos más pavorosos del conjunto al tejer
alrededor de una anciana una enorme tela de araña. Santiago Eximeno nos detalla
con ironía funeraria los consejos a seguir en caso de defunción, mientras que
Juan Jacinto Muñoz Rengel esboza el que quizá sea el cuento más abiertamente
fantástico de la
antología. Por su parte Pablo Martín Sánchez nos evoca uno de
los miedos más cotidianos y no por ello menos cargados de funestos presagios
como es la visita al dentista. La compra de un robot de limpieza desemboca en
catástrofe de forma inesperada en el cuento de Raúl del Valle y, finalmente,
cerrando el libro, Ismael Martínez Biurrun construye una distopía aterradora en
un mundo ya apocalíptico.
Las mil caras del monstruo es, por
supuesto, un compendio de maldades, de aberraciones, de anormalidades. Pero
quizá lo más terrible de sus páginas sea que funciona también como espejo de
nuestra propia monstruosidad humana, pues como dice Louis Vax en Arte y literatura fantásticos y nos
recuerda Ana Casas en el prólogo, “…el monstruo está en nosotros”.
4 comentarios:
MIl gracias por la reseña, compadre!!
Para eso estamos, David.
Muchísimas gracias Diego. Abrazos.
No hay de qué, amigo. Ojalá sea el primero de muchos libros.
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