El responsable del café

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(Mahón, isla de Menorca,1970). Desde muy joven he venido ejerciendo el columnismo y la crítica literaria en numerosos medios, obteniendo en 1994 el premio Mateo Seguí Puntas de periodismo. Actualmente soy colaborador de la revista Librújula (Premio Nacional al Fomento de la Lectura, 2023). Poeta oculto, como narrador he publicado las novelas "En algún lugar te espero" (accésit del Premio Gabriel Sijé, 2000. Reeditada en ebook en 2020, Amazon), "Hospital Cínico" (2013) y "Summertime blues" (finalista del premio Ateneo-Ciudad de Valladolid, 2019); y los libros de relatos "Las espigas de la imprudencia" (Bcn, 2003) , "Domingos buscando el mar" (Premio Café Món de Narrativa, 2007) y "Sopa de fauno" (2017). He obtenido un puñado de premios y menciones en certámenes nacionales de cuento y algunos de mis relatos figuran en varias antologías. Desde 2002 vivo y escribo en Hospitalet de Llobregat.

domingo, 10 de noviembre de 2013

No todo es cuento




Quizá con demasiada frecuencia el cuento suele definirse en términos meramente cuantitativos, de modo que a cualquier breve fragmento narrativo se le atribuya la denominación errónea de “cuento”. Por este motivo el que suscribe debe ponerle un serio reparo a la afirmación de “Doce cuentos Iberoamericanos” que aparece en la portada de este libro, puesto que la mayoría de las obras recogidas en esta antología editada y prologada por Jorge Carrión deberían ser consideradas como narrativa breve a secas. Alguien podría pensar, no sin razón, que cuento y narrativa breve son una misma cosa, ya que lo segundo no excluye lo primero y, en efecto, se suelen confundir repetidamente. No obstante el cuento ha de gozar de una clara intención de unidad y de un final cristalizador de esa unidad, por usar las palabras del maestro Padrós de Palacios. La narración breve, en cambio, es un texto corto que puede albergar desde el simple esbozo narrativo a la reflexión íntima, desde el ejercicio descriptivo a la crónica de viaje o incluso el reportaje periodístico. Y si bien es cierto que estas doce piezas tienen la clara voluntad de narrar una historia, demasiadas de ellas no pasan de interesantes borradores para obras de mayor envergadura, relatos en general poco resueltos que se alejan de la perfección natural del cuento. La sensación que le queda a uno la mayor parte de las veces es la de estar leyendo simples fragmentos o ejercicios de narrativa. Y con ello no cuestiono el talento, más evidente en unos que en otros, de los escritores antologados, pero escribir bien no basta para contar una buena historia.
Emergencias. Doce cuentos Iberoamericanos
VVAA. Candaya, 239 pàg.
El único relato que ha logrado perturbarme ha sido “Nuestra casa” del barcelonés Àlex Oliva, un auténtico cuento por cuanto logra mantener la tensión a lo largo de la historia para desembocarla en un final conciso y espeluznante que me ha recordado algunos de los magníficos relatos del primer Martínez de Pisón. Hay otros textos interesantes, por supuesto, como el de la joven ecuatoriana Mónica Ojeda y su “Duboc, el director de escritores”, que por su originalidad argumental también resulta un digno cuento. Asimismo, relatos como “La muerte os sienta genial” de Jari Malta, “Durante el asedio” de Antonio Galimany, “Interrupción del servicio” de Tomás Sánchez Bellocchio o “Gastón Tévez o la voluntad de marcharse” de Eduardo Ruiz Sosa son historias muy bien escritas y de interesante peripecia, aunque sus finales se malogran un poco por culpa de cierta precipitación. El resto de las narraciones (firmadas por Ramón Bueno, Mariana Font, Carlos Gámez, Carolina Bruck, Yannick García y Wilmar Cabrera), aún mostrando argumentos ambiciosos y correcta prosa, no acaban de alzar el vuelo.
El cuento es un género complejo que requiere el pulso de un relojero y la habilidad de un prestidigitador. En muchos casos parte de un chispazo argumental cuyo desarrollo y cierre ha de conformar un todo sin fisuras, redondo, que se agote o acabe en sí mismo. En demasiadas ocasiones leemos historias cortas que se inician poderosamente para acabar desembocando en un gatillazo narrativo no acorde a las expectativas que nos había sugerido. Muchos novelistas de prestigio han intentado incursionar en el género, con distinta suerte, y por ello me cuesta compartir la idea de Carrión de que el cuento es “la zona de pruebas” del escritor. Cierto que da soltura y oficio, como lo da el artículo de opinión, pero nunca debería verse exclusivamente como “un gimnasio o laboratorio de futuras novelas”. Lo que tenga que venir vendrá, en efecto, pero el cuento o se hace bien o es mejor no tocarlo.  

2 comentarios:

Raül O. dijo...

Estoy completamente de acuerdo. Hace tiempo ya que nos intentan vender una literatura de fast food y la llaman cuento o microrrelato u otras eufonías que no son sino síntoma del pánico al esfuerzo.

Diego Prado dijo...

Cierto. Pensar que el cuento es algo así como un meritoriaje por el que hay que pasar para ser escritor es un error enorme y suele conllevar muy malos cuentistas.