Guiñol de manos, como peces
resbaladizos que funcionan de metáfora para señalar la voluntad humana. Manos
que anticipan con sus gestos las dudosas intenciones de sus dueños, que
acarician o estrangulan, que sustraen o ayudan, que saludan o amenazan. Manos,
en todo caso, que ejecutan en el aire el complejo lenguaje del absurdo.
Las Manos
Miguel A. Zapata
Candaya, 256
pág.
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De
las manos del delantero Torres cae durante el desfile festivo la Copa del Mundo
de Fútbol que acredita a España como ganadora. El valioso trofeo desaparece y
un anodino testigo, Mario Parreño, un pobre hombre carente de cualquier meta,
anclado en un presente de ansiolíticos y confusos recuerdos, solitario
procrastinador profesional que apenas se asoma al exterior de su limbo de
revistas de viajes, se empeñará en recuperarlo sin plantearse lo heroico de su
propuesta. Lanzado a un viaje al fondo de sí mismo, carente de toda voluntad y
movido casi por una fuerza azarosa y supersticiosa, Mario va pasando por
distintos escenarios, tan irreales como las fotografías de sus amadas revistas,
que lo arrastrarán por el Madrid canalla, la Viena imperial, los Estados Unidos
o un Japón apocalíptico. Entre tanto, incapacitado para el mundanal ritmo
exterior y para la relación con sus semejantes, el nuevo Odiseo irá
mostrándonos sus impresiones llenas de filosófica ingenuidad, sus pequeñas
deserciones con la vida, sus resignaciones apenas conscientes, y todo ello
junto una falta de perspectivas que sólo la consecución de la Copa parece
llenar.
Lluvia de dedos a la búsqueda de
asideros vitales que retrasen un poco más la inminente zozobra en un mar sin
ambiciones, Las Manos, primera novela
del ya curtido autor de cuentos Miguel A. Zapata, es una sátira moderna sobre
nuestro mundo banalizado y en pos de quimeras de oropel, donde brilla la
capacidad del autor para las escenas delirantes, la sátira social y los puntos
de vista insólitos. Y a través de su logrado protagonista, antihéroe
quijotesco, se nos incita a la risa del mismo modo que a la tierna compasión.
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