Por su calidad y clarividencia, reproduzco aquí el texto que el poeta Álex Chico escribió con motivo de la presentación en Barcelona de "Libros dedicados".
Leer
la lectura
Firmando en la presentación del libro en Menorca. |
Advertiré, ya desde el
inicio, lo que puede ser un buen reclamo para que esta obra se lea: Libros dedicados habla de mí, de
nosotros. Es decir, habla de todos aquellos que en un momento de sus vidas
decidieron ligar su identidad a la literatura. Me parece que no existe mejor
carta de presentación para un libro que esta, porque no hay mayor cualidad en
un autor que la de ser capaz de interpelar al lector y que ese lector lo
considere un libro propio porque en él se encuentra su biografía. Una biografía
que, seguramente, no coincide con la biografía del autor, y sin embargo logramos
encontrar puntos concomitantes y salvajes que solo el arte consigue producir.
Diego Prado lee la lectura.
Así es, una redundancia que me ha rondado durante todo el libro y que, una vez
concluido, seguía en mí. Lee la lectura porque Libros dedicados no es únicamente un compendio de artículos sobre
otros autores, sino lo que le motivó a esas lecturas, sus circunstancias
mientras ejercía de lector, los caminos azarosos, con ese azar provocado que ha
tenido que suceder para que tuviera un libro entre las manos. Para alguien que,
como yo, apuesta por un ensayo distinto, más cercano a la biografía o a la
novela que al mero academicismo, estos libros me alegran y me entusiasman. Por
un motivo: porque no se trata de un ejercicio de datos numéricos y olvidables,
sino una apuesta por superponer planos: Diego Prado no habla de Virginia Woolf
o de Bolaño o de Cunqueiro. O no solo eso. Nos explica quién fue mientras los
leía, qué ha quedado de ellos pasado el tiempo, como si las lecturas en
diferentes momentos de nuestras vidas nos advirtieran sobre cómo hemos
cambiado. Leer un mismo libro en dos épocas distintas es también confrontar lo
que somos con lo que hemos sido. Lo que esperábamos con lo que ya no podrá ocurrir
de forma alguna.
Libros
dedicados es algo más. Es también una apuesta y una declaración de
intenciones. O dicho de otra manera: es un canto de amor a la literatura. Un
amor que tiene, por una parte, algo reivindicativo, en su apuesta por una
literatura híbrida, heterodoxa, y por tanto no mercantil. Es decir, una
literatura cercana a los puestos de libros del mercado de Sant Antoni y alejada
de los códigos de barra de Amazon. Los libros no son un producto, nos enseña
Prado, sino un objeto valioso cuyo recuerdo, como el de una persona estimada,
nunca muere. Por otra parte, es un canto de amor a la literatura porque nos
incentiva a la lectura. Diré algo, si se me permite la comparación: mientras
leía este libro, tenía el mismo ímpetu que imagino en un toro a punto de saltar
a una plaza o el de un niño que quiere salir al recreo. En mi caso, esa plaza o
ese patio de recreo eran mi propia biblioteca o una librería en la que
continuar con la lectura de Delibes o Poe, para leerlos y releerlos con el
mismo entusiasmo con el que escribe Diego Prado sobre ellos. Con un acierto
más, a modo de vuelta de tuerca: me permitía acercarme a autores para mí
desconocidos, propuestas literarias que Prado rescata y que nos obligan,
bendita obligación, a ir a buscarlos. Autores semiolvidados que centran buena
parte de los textos que integran Libros
dedicados. Una cara menos conocida de la historia literaria que nos pone en
la pista del porqué de un canon o de los compendios caprichosos, ese tipo de
listados que tienen más de ausencias que de presencias incuestionables.
Libros
dedicados, en fin, es una historia sobre cómo construir historias.
O una lectura que encierra múltiples lecturas y planos, como una vieja leyenda
de Bécquer. Unos textos escritos con el rigor del lector que acumula varios
libros a sus espaldas, pero sobre todo con la emoción del que se sabe poseedor
de un universo único. Con un tono adecuado para cada autor, como el extenso
poema en prosa al hablarnos de Comala y de Juan Rulfo. Y, por si fuera poco,
acompañado de las ilustraciones de Fernando Ferro, que nos ofrecen otro prisma
u otra cara de una misma moneda. Esa moneda que uno lanza al aire y se queda
suspendida, como nosotros, cuando sostenemos un libro entre las manos.
Álex
Chico
Barcelona, noviembre de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario