El responsable del café

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(Mahón, isla de Menorca,1970). Desde muy joven he venido ejerciendo el columnismo y la crítica literaria en numerosos medios, obteniendo en 1994 el premio Mateo Seguí Puntas de periodismo. Actualmente soy colaborador de la revista Librújula (Premio Nacional al Fomento de la Lectura, 2023). Poeta oculto, como narrador he publicado las novelas "En algún lugar te espero" (accésit del Premio Gabriel Sijé, 2000. Reeditada en ebook en 2020, Amazon), "Hospital Cínico" (2013) y "Summertime blues" (finalista del premio Ateneo-Ciudad de Valladolid, 2019); y los libros de relatos "Las espigas de la imprudencia" (Bcn, 2003) , "Domingos buscando el mar" (Premio Café Món de Narrativa, 2007) y "Sopa de fauno" (2017). En el año 2019 apareció el recopilatorio de artículos sobre literatura "Libros dedicados". He obtenido un puñado de premios y menciones en certámenes nacionales de cuento y algunos de mis relatos figuran en varias antologías. Desde 2002 vivo y escribo en Hospitalet de Llobregat.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Román Piña regresa a la poesía




           En 1995 un joven y aún desconocido Román Piña Valls (Mallorca, 1966)  publicaba una plaquette llamada “Gomila Park” con algunos poemas juveniles que inauguraban una trayectoria literaria compuesta hasta ahora por una docena larga de obras repartidas en novelas, libros de relatos, de artículos y de viajes, que de algún modo le han situado en un lugar preferente en la renovación del humor literario español. Sin embargo Piña, hombre polifacético (profesor, editor, columnista, director de la revista literaria La Bolsa de pipas, músico ocasional y últimamente hasta dibujante de viñetas) no se ha prodigado en demasía como poeta. Hasta el 2002 no apareció otra entrega de sus versos (Café con amazonas), donde rescataba poemas de juventud y otros nuevos en los que exponía su facilidad para el juego, para lo lúdico y lo satírico, con un fino toque de erotismo.
Los trofeos efímeros
Román Piña Valls
Sloper, 2014, 84 pág.
        Por fin, doce años después, Piña publica un nuevo poemario, “Los trofeos efímeros”, que no sólo representa su retorno poético sino también la constatación de una madurez lírica absolutamente incontestable, donde el ingenio marca de la casa encuentra su cauce en un ejercicio de introspección mucho más acusado, que aparta a un lado (aunque no muy lejos) el humor y hasta lo frívolo para destilar una amargura reposada y lúcida, donde parece alternarse la duda de “si descargar granizo o abrumarnos/con la vanguardia de la primavera”.
        Igual que un cleptómano lírico, Román se vale de objetos aparentemente inverosímiles (la bufanda de Bolaño, las bragas de Liv Tyler, el puro de Groucho, el bañador de Tadzio, la lata de pepinillos de Szpilman, el acordeón de Julieta Venegas) para hablarnos de sus propios miedos (“…nos estamos muriendo desde el útero”), de sus obsesiones (“La belleza perfecta no permite el pecado”), y también de la importancia de los detalles.

                          Si hablar de los demás siempre es hablar de uno mismo, Piña ha logrado en estos versos levantar no sólo su particular homenaje a un puñado de personas, conocidas y desconocidas, que de algún modo le han marcado, sino también mostrarnos la fina piel del oso. Este es, sin duda, el mejor libro de poemas que ha escrito el prolífico autor mallorquín hasta la fecha, un brillante paso adelante que no debería caer en saco roto.

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