Hace unos quince años David Torres irrumpió
brillantemente en el panorama literario con dos libros simultáneos, la novela
corta Nanga Parbat y el libro de cuentos Donde no irán los navegantes, ambos premiados. En
aquel espléndido debut el autor señalaba ya algunos de los temas y obsesiones
que le han ido acompañando: la afición por los escenarios inhóspitos, el gusto
por los personajes fracasados, la búsqueda de la redención a través del
sacrificio, la desolación o la muerte… Y todo ello, además, servido con una
prosa contundente y magnética. Han pasado los años y, tras algunas magníficas
novelas que le han consolidado como uno de los narradores más valiosos de su
generación, Torres regresa a sus orígenes con este libro de relatos que
contiene también una novela breve, El último
concierto de Toño Balandros.
Dos toneladas de pasado
David Torres
Sloper, 224 pág. 16 Euros
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La
literatura de David Torres siempre se ha destacado por la importancia que en
ella tiene el trazo de los personajes. Torres es un retratista meticuloso,
capaz de ahondar hasta la médula de sus criaturas, seres cargados con un pasado
por lo general oscuro, lleno de costurones y remiendos sentimentales y
psicológicos. Por eso, aunque pudiera parecer que el fracaso es el tema común de
estos cuentos, en realidad el título ya indica que lo que los une es el cordón
umbilical del pasado, un pasado que pesa como un yunque y condiciona la vida de
sus protagonistas. Si vivir es ir construyendo futuros recuerdos, como decía Sábato,
los personajes de estas historias viven para sostener un pasado que se les cae
encima, que les aplasta. Le sucede a la camarera de un refugio de los Alpes que
perdió a su novio en una montaña maldita; a una fotógrafa que inmortaliza con
su cámara a una tribu perdida del Amazonas; a un viejo torero que se ensarta
con el tráfico de Madrid. Y lo mismo le pasa al tipo que ha hecho de la propia
mutilación un arte o al viejo buscador de tesoros en una playa de Benidorm. Y
por supuesto, como un Sísifo feo y homosexual, también Toño Balandros carga con
su pedrusco particular, a la sombra de su único y lejano éxito musical. El
pasado, sí, los ha estigmatizado a todos.
No
descubriremos nada a estas alturas si afirmamos que Torres es un escritor
repleto de vigor verbal y dueño de unas cualidades narrativas de primerísima
división. Sus personajes nunca son planos ni hablan como si fueran monigotes de
tebeo, y sus historias siempre persiguen el derechazo en el estómago. Y si bien
es cierto que en este nuevo libro hay una mayor preocupación social, también lo
es que el autor madrileño no transita por el simple y burdo realismo, puesto
que su peculiar visión del mundo exterior está condimentada por múltiples
lecturas, así como por referencias culturales y artísticas variadas, por una capacidad
de mirar, en definitiva, que tiene su origen en la misma imaginería literaria. Porque
David Torres, no sé si ya lo han pillado, es eso: un verdadero escritor.
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